domingo, 4 de agosto de 2013

Adolescencia (Alemania)

{Kaegan Baron caracteriza a Lilith Klein}

Cuando la madre de Annike murió todo a su alrededor cambió, ella se negaba a hablar con cualquier cosa que estuviese viva. Solía pasar todo el tiempo en su habitación negándose a contactar con el exterior. Fue durante la primera semana de colegio -tras haber pasado tres meses sin poder acudir a clase- cuando la conoció. Lilith Klein fue como encontrar uno de los cristales del castillo todavía en el aire, esperando a que las lágrimas dejasen ver a Annike que aún tenía una esperanza. Annike se aferró a ese pequeño cristal para poder escapar de la realidad que la tenía atada a una profunda depresión.

Los abusos de su padre se hicieron más llevaderos gracias al apoyo de Lilith, que aunque no sabía nada se esforzaba en hacerla sonreír cuando esta se mostraba triste. Ann cometió un gran error al enamorarse de ella y no saber ocultarlo bien. La amistad se terminó cuando ambas cumplieron los catorce años y Lilith se enteró de que Ann llevaba mucho tiempo enamorada de ella; aunque no había sido exactamente por ese motivo, fue más bien por la falta de confianza que veía Lilith en Annike. Ella nunca le contaba nada y eso molestaba a Lilith.



Annike, aunque la pérdida de Lilith le hizo daño, no se aisló esta vez. Empezó a ver a sus amigos y confidentes en el alcohol y las drogas, y de vez en cuando en personas que ni siquiera conocía pero que le ofrecían todo lo que ella buscaba: olvidar y divertirse. Esta rebeldía tan repentina no fue bien aceptada en su casa, pues según crecía y se rebelaba las palizas y los gritos eran cada vez mayores. El odio de Annike hacia Adam crecía por momentos, pero como no era capaz de enfrentarse a él rezaba todas las noches para que su padre muriese de alguna forma, preferentemente dolorosa.

Sus suplicas nunca fueron escuchadas y sus malas compañías eran cada vez más dañinas para su frágil mente, por ello no tardó demasiado en empezar a soñar con la muerte de su padre. Sueño tras sueño todo empezó a verse cada vez más claro, no había otra forma de hacerlo. Cuando Annike cumplió los dieciséis mató a su padre, poniendo su vida en peligro también.

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